En las horas de indiferencia,
y en los días de desencanto,
y en los siglos de tortura,
y en los minutos de dicha radiante,
y siempre─si soy malo y si soy bueno,─
claro recuerdo, acompáñame!
En el instante banal,
cuando me alejo de mi mismo
y cuando me alejo de mi
en el torvo instante,
tú que eres lo único mío,
claro recuerdo acompáñame!
Cuando me sienta indiferente
y comercie como los otros,
y sea un hombre que va por la calle
─autómata de amables saludos─
casi feliz, sin ideales,
sé bueno como un buen amigo,
claro recuerdo y acompáñame!
Y cuando viva ese momento
que tenemos todos y que hace
decir a los otros:
Caramba!,
qué simpático compañero...
porque reímos sin motivo
y hacemos unas cuantas frases,
recobra mi alma que es tuya,
claro recuerdo acompáñame!
Y cuando inmensamente llore
y se vaya anchando en la almohada
la fría mancha indiferente;
y cuando vuelva el rostro
para llorar con todos mis músculos
sin que asome una lágrima,
yo sé que no me dejarás solo
claro recuerdo que me salvas!
Cuando me sienta duro
y no exista sino mi dolor de egoísmo,
y el rapazuelo y el desdichado
sufran le agresión de mi orgullo;
cuando camine satisfecho
y auto-analice mi energía
que pliega mas y mas mis labios
─hostilidad un poco ingenua─
cuando me diga: ─Triunfaré,
convencido, y en ese instante
no piense ni en amor ni en quimeras,
claro recuerdo sálvame!
Y cuando me sienta débil
y busque justificaciones,
y envidie al vecino apacible
porque el ideal pesa mucho;
ah!, cuando me sienta rodeado
de imprecisables agresiones,
y en vez del anhelo de lucha
el renunciamiento del miedo
me torture el alma cobarde,
el alma trémula y pequeña,
claro recuerdo, sálvame!
Dame la fé sin contagio de premio,
dame piedad para el pobre vencido,
dáme arrogancia contra el poderoso,
dáme un anhelo de amor infinito,
claro recuerdo que llevo aquí dentro
y eres un poco el único amigo,
y eres toda la novia y eres toda la madre
─ lo mejor de mi alma!─
claro recuerdo, sálvame!
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